Despertamos de la pesadilla, pero no dejamos de soñar: La corrupción en las esferas públicas.


Autor: Gerson Eliezer Upún M.

Detalle del mural "Gloriosa Victoria" de Diego Rivera. (1954). México.

Entender la corrupción en Guatemala es un tema amplio, que requiere conocer y analizar la historia; nos remontaríamos a la conformación de “Reino de Guatemala” de la época colonial, para posteriormente conocer la transición de la Colonia a una República Federal con nuestras otras cuatro naciones hermanas, pero que después fue desintegrándose entre guerras y desacuerdos.

También sería fundamental analizar cómo el poder político y económico se fue concentrado solamente en un pequeña élite de redes familiares, para más adelante comprender el porqué de las constantes pugnas entre liberales y conservadores; los gobiernos militares, el arraigo del caudillismo en nuestras contiendas electorales, la tiranía, el nepotismo, el porqué del conflicto armado, etc.

Por ejemplo, durante la época colonial, a la merced de la oportunidad de acumular cantidades económicas pertenecientes a los fondos del ayuntamiento u otras instituciones por medio del ejercicio de un cargo público, varios personajes debieron haber sucumbido a él; es más, existe documentación extensa[1] que relata esta y otras acciones que permitieron darle cabida a actos ilícitos dentro de la hacienda pública desde estos tiempos.

Pero el propósito de este artículo no es señalar la corrupción durante la colonia, tampoco juzgar con criterios actuales las acciones que sucedieron hace quinientos años, teniendo en cuenta que la corrupción puede abordarse desde varios enfoques; lo que a continuación se pretende evidenciar es cómo el sistema político, desde su concepción, nació corrupto, es corrupto, y probablemente, seguirá siendo corrupto.

Sin embargo, lo antes dicho no significa que no podamos hacer nada al respecto. Es más, busca alejarse de toda concepción pesimista y conformista que nos mantenga de brazos cruzados, impotentes y callados como lo hizo antes del 44 o del 2015. Lo anterior no significaría nada, si no buscara trascender de las letras a una acción transformadora que funcione realmente, una transformación sostenible y que alcance a las siguientes generaciones, pues todos somos también parte del problema.

Pero entonces, ¿tuvo razón Hobbes al advertirnos que el hombre es el lobo del hombre[2] y que éste es “corrupto” por naturaleza? ¿O podremos dejar a un lado los vestigios de la real politik y centrarnos en prioridades? Esto lleva a lo siguiente:

Es innegable reconocer que el problema recae en la estructura política del país, cuyas instituciones no responden eficiente y eficazmente a las prioridades que por ley, los ciudadanos deberían adquirir por parte de ellas. Siendo más concretos, los procesos de contratación, la capacidad de funcionarios públicos y su preparación profesional dentro de la organización, o incluso, la fiscalización o auditoría dentro de las mismas, son aspectos que no se han trabajado transparentemente en las instituciones.

Ha habido esfuerzos, no obstante, como por ejemplo la iniciativa de gobierno abierto, los procesos de fiscalización y auditoría social por parte de colectivos y organizaciones de jóvenes que hacen un trabajo arduo luchando por instituciones transparentes y funcionales todos los días.

Pero ¿qué sucede cuando determinado funcionario tiene más de veinte denuncias por actos de corrupción, cuando no se presenta a las unidades de justicia correspondientes, cuando el mismo sistema de justicia le respalda por compadrazgos, nepotismo, plazas fantasmas otorgadas en épocas electorales o por puro despotismo? ¿Qué sucede en esos casos?

Como consecuencia resultan entonces instituciones débiles, a la merced de un sistema entrampado en largos procesos burocráticos, con innumerables normas y reglamentos que impiden que la función pública opere eficientemente; un sistema patrimonialista con matices de clientelismo que facilita actos ilícitos y que al mismo tiempo, lacera nuestra ya muy frágil y débil democracia.

La corrupción es entonces una enfermedad que involucra a todos los actores del Estado, pero que apunta principalmente a funcionarios públicos con ansias del poder y de mantener sus privilegios. Ésta se hace evidente a través de acciones ilícitas en donde reina la impunidad y la perversión, cuyo impacto produce efectos negativos en las esferas sociales, políticas, económicas y ambientales. Pero entonces, ¿cómo atacamos el problema?

La lucha contra la corrupción es un proceso que involucra a varios actores, además de los órganos responsables de repartir justicia para perseguir penalmente este problema. Existen espacios que se han venido estructurando durante los últimos años, en los cuales los mismos ciudadanos pueden participar para exigirle claridad a los gobernantes en sus acciones, tales como Gobierno Abierto, laboratorios u observatorios contra la corrupción, procesos de auditoría social, entre otros.

El desafío es combatir este círculo vicioso a través de dos acciones claves. La primera se constituye por medio de la implementación de instrumentos de transparencia y fiscalización, que garanticen obtener resultados a corto, mediano o largo plazo, es decir, un informe público y por tanto vinculante, que garantice el seguimiento con las autoridades correspondientes en el caso de existir denuncias previamente analizadas.

Y en segundo lugar, a través de la concientización ciudadana sobre el impacto de la corrupción en cada uno de nuestros espacios, haciéndonos de las herramientas que ya conocemos, mejorándolas y trabajando en conjunto para, si no erradicarla, combatirla.  

Porque al final de todo, para conseguir grandes cosas, debemos no solo actuar, sino también soñar, no solo planear, sino también creer[3]. Por tanto, integrarnos es fundamental.




[1] Como la Recordación Florida, después tomada por Martínez Severo Peláez en su Patria del Criollo; Guzmán Böckler o Edelberto Torres Rivas.
[2] Entiéndase como concepción que incluye a mujeres y hombres, teniendo en cuenta el momento histórico de Hobbs y El Leviatán.
[3] Tomado de la frase del escritor francés Anatole France: "Pour accomplir de grandes choses il ne suffit pas d'agir il faut rêver; il ne suffit pas de calculer, il faut croire".

Gerson Eliezer Upún Marroquín
Futuro Internacionalista
gersoneliezer95@gmail.com
2019

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