Política exterior de Guatemala y las alegorías del abuso del poder


Autor: Gerson Eliezer Upún M.

Después de la zozobra que dejó la primera vuelta en este proceso electoral, la ciudadanía, confundida, indiferente, pero siempre ocupada, tiene ahora para elegir entre dos opciones que rechaza enérgicamente, pero que debe elegir para continuar con esta realidad que conocemos como país. Donde todos convivimos a veces en armonía, donde trabajamos para superar nuestras propias expectativas, pero también donde miles se ven obligados a abandonar a sus familias con el fin de conseguir lo que su propio país no supo darles.

En ese sentido, a través de la historia el ser humano ha migrado de un lugar a otro; de hecho, grandes naciones se han formado debido al tránsito de masas de personas que al cruzar fronteras, conformaron los andamios culturales, sociales, ideológicos y políticos de los países del mundo. Ese sería el caso de Estados Unidos, país que ha recibido a millones de inmigrantes desde el siglo XVIII, un fenómeno que provocó su aceleramiento económico, aunado a las políticas económicas del Estado benefactor y el liberalismo, en momentos precisos y estratégicos de su historia.

Pero volviendo al tema de Guatemala, y en contraste con la formación político-económica estadounidense heredada por la ilustración, la inestabilidad política y la falta de oportunidades laborales ha obligado a miles de guatemaltecos, especialmente del interior del país, a salir de las fronteras nacionales en busca de una realidad mejor. Realmente este no es un tema nuevo, lo preocupante es que no deja de ser EL tema. Y es aquí donde deberíamos centrar nuestra atención.

Por ejemplo, en los años ochenta, “más de un millón de salvadoreños y guatemaltecos llegaron a EE.UU alrededor de 1981 y 1990, huyendo de las masacres del ejército, persecuciones políticas y la guerra civil. Únicamente el 2% recibió asilo, por lo cual ya se presentaban quejas alegando discriminación por parte del gobierno estadounidense, abriéndose así miles de casos. Ahora, alrededor del 10% al 25% de las peticiones de asilo son otorgadas”. (Oglesby, 2019).

Sin embargo, a pesar de que este logro fue un parte aguas para agilizar los procesos de documentación legal para inmigrantes centroamericanos en EE.UU, en Guatemala las condiciones continuaron empeorando. La década siguiente fue un reto para los gobiernos democráticos, cuya responsabilidad política recaía en integrar a los países de la región con el fin de estrechar alianzas económicas; también era importante firmar la paz después de un conflicto que duró 36 años, y por último, dirigir la política exterior hacia las rutas dictaminadas por el ahora, país más poderoso del mundo.

Por tanto, para comprender la política exterior de Guatemala, es necesario revisar la historia, y reconocer cómo ésta se ha mantenido siempre sublevada a los intereses estadounidenses. Claramente debido a nuestra posición geográfica (estamos más cerca de Texas, que Washington de Maine), o también por la misma expansión política, que como todo imperio, EE.UU tuvo en relación con Latinoamérica. Guatemala no fue la excepción y en 1954 logró comprenderlo.

Es decir, si entendemos política exterior como ese conjunto de acciones, decisiones y negociaciones que tienen los Estados con otros Estados y organismos internacionales, la de Guatemala se encuentra todavía en proceso de construcción. Es débil y ha sido fragmentada por acciones tomadas por quienes la dirigen con intereses particulares, ocultos bajo la narrativa de responder por los intereses de la nación. No tiene rumbo, no sabe a dónde ir ¿pero es esto realmente una desventaja? ¿O puede esto significar una oportunidad para poner sobre la mesa las prioridades de Estado, y de esa forma redirigirla?

Porque al final de cuentas, como menciona Marcelo Lasagna:

El interés nacional es un tema complejo, ya que así como es un factor motivador de la acción exterior, es también un justificante de esa política. Y entre las políticas públicas, la política exterior tiende a ser asociada con los valores y símbolos nacionales, es decir, con la identidad nacional, lo cual compromete a la nación como un todo. (Lasagna, s.f.).

Entonces ¿se ha usted sentido comprometida o comprometido a identificarse con banderas últimamente? ¿Cuál ha sido la retórica que el gobierno actual aduce para justificar sus acciones? ¿Es siquiera la idea de un Tercer País Seguro la solución para detener la migración o más bien continuará acelerándola?

Las respuestas no las decidirá el tiempo, sino funcionarios cuyos intereses están comprometidos en este momento y que en las siguientes horas anunciarán con qué nuevas acciones lograrán, ya sea garantizar seguridad para los connacionales guatemaltecos o garantizarse a sí mismos impunidad de las formas más fraudulentas.

En conclusión, la política exterior guatemalteca ha evolucionado a través de los años, siempre bajo la tutela estadounidense, por lo cual desentenderse de ella sería un ejercicio irresponsable e irremediable, no obstante, debido a que ésta trasciende gobiernos, se podría hallar una oportunidad para poder dirigirla hacia dimensiones provechosas de interés nacional, que no comprometan al resto de la población que aquí reside y convive  a r m o n i o s a m e n t e.  

Por tanto, ¿está Guatemala comprometida después de los sucesos durante los últimos días? O nos será suficiente sosegarnos con las narrativas que falsamente calman las tormentas de esta inestabilidad política y social. ¿Usted qué opina?



Fuentes:


Lasagna, Marcelo. (s.f.). Cambio institucional y política exterior: un modelo explicativo. Barcelona: Universitat Autónoma de Barcelona.



Gerson Eliezer Upún Marroquín
gersoneliezer95@gmail.com
Futuro Internacionalista

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