El Movimiento Estudiantil y la lucha por la Educación Superior Pública y de calidad ¿Por qué es necesario defenderla?
Autor: Gerson Upún Marroquín.
Dentro de la
dinámica de los Nuevos Movimientos Sociales, el Movimiento Estudiantil ha
tenido especial protagonismo para la historia contemporánea de Guatemala, particularmente
a raíz de la represión ubiquista, en donde la Asociación de Estudiantes
Universitarios (AEU) junto con organizaciones sindicales y civiles, jugaron un
papel importante para su eventual derrocamiento en el 44. Dicho movimiento también
apoyó los cambios políticos y sociales de los gobiernos de Arévalo y Árbenz
durante la “primavera guatemalteca”, aunque más adelante se vio truncada por la
estratagema estadounidense del 54, un trauma histórico del cual no parecemos poder
sanar.
Pero la
razón por la cual su relación es estrecha con la lucha por una educación pública
y de calidad, es precisamente porque surge de la única universidad pública del
país, junto con los institutos de enseñanza media, que en otro momento,
colaboraban inseparablemente en manifestaciones y concentraciones masivas de
estudiantes en contra de los actos de violencia, asesinatos, secuestros y desapariciones
durante décadas. Así mismo, una de tantas batallas, era y sigue siendo la
defensa de los derechos y la dignidad del destino educativo de miles de niños y
jóvenes, que buscan, superarse en esta ya difícil realidad.
Los tiempos fueron
cambiando, las repercusiones comenzaron a ser sensibles; las agrupaciones se
fueron desarticulando, y el movimiento fue cayendo al olvido. Hasta hace un par
de años.
Actualmente
podría decirse que estamos viendo cómo el proceso de articulación dentro del
movimiento estudiantil está comenzando a gestarse, incluso dentro de estas
medidas de hecho que han durado ya una semana, pero que ejemplifican la
cooperación e integración en sus más amplias formas.
Quienes
abanderan dichas medidas, deberán saber utilizar sus mejores estrategias para llevar
a cabo los procesos de diálogo y negociación con las autoridades de la manera
más democrática posible, tomando en cuenta la representatividad de cada persona
en las mesas de trabajo y las decisiones que impactarán tarde o temprano al
resto de la comunidad universitaria.
Y es que
resultaría interesante cuestionarse, ¿cómo el sentido social del ejercicio de
prácticas supervisadas, por tomar un ejemplo, está realmente incidiendo en los
sectores más pobres y necesitados del país? ¿Estamos arriesgándonos a, por
ejemplo, dejar que la Facultad de Medicina deje de realizar jornadas en el
interior del país, o que la de Odontología, Oftalmología se limite a hacerlo? ¿Puede
la Facultad de Derecho colaborar en los Juzgados de Familia o los de Paz en las
zonas marginadas del país para contrarrestar los femicidios o la violencia
intrafamiliar? ¿Serán capaces los agrónomos de capacitar en técnicas innovadoras a los micro empresarios o pequeños
agricultores del país, con el fin de tecnificar las actividades agrícolas, y así
proporcionar oportunidades de empleo para la juventud? ¿Puede Ciencias Lingüísticas apoyar en traducciones e interpretaciones
dentro de las organizaciones mundiales que cooperan con Guatemala, con el
objetivo de firmar convenios y tratados que realmente propicien al desarrollo del
país? ¿Podrían los politólogos dar asesoría a las decenas de partidos políticos
que surgen cada cuatro años, e intercambiar experiencias sobre teoría y
realidad política, con el fin de construir un sistema de partidos políticos realmente
eficiente y funcional?
¿Y qué pasa con el trabajo imprescindible de los
psicólogos en cuanto a la salud mental e inteligencia emocional, para
conducirnos en paz en esta frágil democracia? La Facultad de Económicas coadyuvaría
también en la invención de procesos transparentes y ágiles que le den a la administración
pública un enfoque menos patrimonial, y más gerencial, con el fin de elevar el
honor que conlleva ser parte de la función pública.
En fin, la defensa de la educación pública, como puede
darse cuenta, no le compete solamente a un grupo de manifestantes o grupos
paralelos a la universidad, es más bien, una lucha por los derechos humanos de
quienes ni siquiera han nacido, para asegurar que éstos, sin importar sus
condiciones en este país desigual, puedan gozar de una educación superior
laica, gratuita, inclusiva y digna.
El momento
que vivimos actualmente es sumamente importante, y trasciende tanto como la
lucha por las reivindicaciones del movimiento estudiantil por una realidad más
justa, como lo hizo décadas atrás. Ahora las condiciones son distintas, más el
objetivo sigue siendo el mismo: Resistir.
Día de verano. Después de Calu... (2016). |
Gerson Eliezer
Upún Marroquín
gersoneliezer95@gmail.com
Futuro
Internacionalista
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